«Detectamos la Lepra hasta en la calle»

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Era un habitante de calle, de 30 años más o menos, lo vi en la carrera 9ª con calle 31 en la ciudad de Bogotá, fue en un enero y se encontraba lavando carros, su aspecto era típico para enfermedad de Hansen, decidí llamarlo y le pregunté: “¿oiga hermano ha ido usted a un médico? Es que yo creo saber usted que tiene, ¿desea que le ayude?” Me que dijo sí, pero me preguntó que cómo, entonces le dije que averiguaría cómo prestarle esa ayuda que yo sabía que necesitaba, y que lo volvería a buscar.

A los días, fui al centro dermatológico, lugar de donde soy paciente, y le conté a la doctora Lucia Guerrero, fisioterapeuta: “doctora yo vi a un indigente, y para mí es un enfermo de (Hansen) y nadie sabe, ¿será que lo puedo traer aquí a esta institución?”

Ella me puso en contacto con la trabajadora social, la doctora Emma López, quien, sin pensarlo, me respondió que lo llevara, y que le pidiera apoyo para el aseo personal y ropa limpia para la persona antes de llevarlo, yo lo busqué y le di dinero para que almorzara u ropa limpia, y le pedí que buscara un lugar para que se bañara, pero se fue y no lo volví a ver.

Terminando el mes de noviembre lo volví a ver tirado en un andén de la novena con 32, me le acerqué y le dije: “¡oiga hermano!; usted viendo que uno lo quiere ayudar y no se deja!”, intenté convencerlo, pero otra vez se me perdió, hasta el 20 de febrero lo volví a encontrar, y en esa ocasión me dijo había estado internado en el Hospital Santa Clara.

Con ayuda de la trabajadora social, ubicamos la dirección exacta de esta persona, y le pedimos a una ambulancia de la Secretaría de Salud que lo recogiera; él finalmente accedió, y por fin pudo ingresar a Asohan, lugar donde lo dejaron bañar, le dieron ropa y lo pude llevar a almorzar, seguidamente lo vio el doctor Álvaro Tovar, quien muy jocosamente me dijo: “oiga usted ya sabe diagnosticar, no necesita estudiar” .

Siguió su curso normal, basiloscopias biopsia etc., él regresaba a la calle, pero yo le daba plata para la comida. La Doctora Emma le dijo, que estuviera tranquilo, que, si él quería, no lo iban a dejar en la calle y que le iban a conseguir un albergue. Realmente yo tenía temor, de que no regresara, pero ese temor duró poco, porque al otro día llegó muy de madrugada, y pues efectivamente salió positivo para enfermedad de Hansen, y le iniciaron los medicamentos.

El día de la consulta especial con el doctor Luis Arturo Gamboa, me dio risa porque lo mandó bañar para presentarlo en una consulta que se llama Ateneo.

Posterior a eso, se gestionó un cupo en Contratación Santander, yo le prometí acompañarlo y organizamos el viaje, la empresa se llama Omega y sale a las 5 a.m. del terminal de transportes. Conseguimos los pasajes con la trabajadora social del terminal de transportes.

Yo tomé la decisión de llevármelo para mi casa, porque cómo lo contactaría si teníamos que salir a las 3 o 4 de la mañana y aunque mi esposa se preocupó un poco por tenerlo en casa, lo acomodamos abajo en un rinconcito.

Salimos, no pasó ningún taxi; y a qué no imaginan, llegamos tarde, pero como un milagro, el bus se había retrasado, y salió a las 6 a.m. y arrancamos el viaje que duró 10 horas. Por el camino un retén de policianos bajó a todos los hombres, yo le dije: “Usted quédese aquí”, como no tenía papeles él estaba muy asustado, yo le dije a la policía que a él lo llevaba para el sanatorio de Contratación, y les mostré los papeles que me había dado la doctora Emma, los leyeron y no pusieron problema y arrancamos.

Durante el camino me fui hablándole de valores, sobre el comportamiento y buenos modales; que debía pedir permiso para salir, dar las gracias, bañarse, hacer sus necesidades en el baño, comer en la mesa; pues de ahí en adelante, todo quedaba en manos de él, si quería o no salir adelante.

Llegamos a las 5.45 p.m. nos recibieron muy bien, salieron unos pacientes muy discapacitados pero contentos, yo le dije: “si ve hermano, hay gente peor que usted , y mire que están contentos”, esos pacientes le dieron la bienvenida, y le dijeron: “hermano tranquilo que aquí se pasa bueno”, lo acomodaron, y les di unas recomendaciones a los empleados de Contratación, como que por favor lo ayudaran, le gestionaran su cédula, su subsidio etc., tal y como me había solicitado la trabajadora social.

Salí y me fui a la iglesia del pueblo a darle gracias a Dios, por haber cumplido con esta labor; solo le deje $10.000 pesitos que era lo que me quedada y luego esperé toda la noche cerca al bus que me regresaría nuevamente a mi ciudad de Bogotá.

Hoy por hoy me entero por la trabajadora social, que el paciente salió adelante, está rehabilitado en Contratación Santander, le fue asignado subsidio de Hansen, se organizó sentimentalmente, ya no vive en el sanatorio, vive con su compañera en el pueblo y pertenece a los equipos deportivos de la institución.

Ella me pregunta que cómo me siento ahora, sabiendo que yo soy el artífice de ayudar a recuperar a un ser humano que desde su niñez deambulaba por la calle consumiendo sustancias, sin familia ni futuro, y a mí, solo se me llenan los ojos de lágrimas, y todavía pienso en el mejor mundo que viviríamos si cada uno hiciéramos una obra como esta, no necesité plata porque no la tengo; solo buena voluntad y ganas para que este ser humano tuviera una vida digna.

Fedislan Burgos

Paciente

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